El jefe que confía en su equipo aprende a delegar el trabajo, optimizar tiempos y reducir el estrés. La clave está en crear un equipo sólido al que asignar tareas con total confianza.
El responsable de la empresa debe dedicarse a marcar estrategias, fomentar el aprendizaje, hacer seguimiento, controlar y guiar a las personas que tiene a su cargo. Si pretende estar en todo y sobreprotege su conocimiento, no conseguirá buenos resultados en los objetivos planteados.
Una de las labores básicas de cualquier jefe es ayudar a que las personas que forman su equipo crezcan. Mostrando interés por sus inquietudes y sus metas profesionales y personales (familia, hobbies, etc.), conseguirá la motivación laboral de sus trabajadores y la lealtad de estos hacia la empresa.
Un buen jefe se compromete y lidera, no manda. Un líder es una persona que motiva, guía, escucha, confía, saca lo mejor de cada uno alimentando las ilusiones de cada persona y animándoles a asumir nuevos retos. Sabe que lo más importante de la empresa son las personas que la conforman, y que si eso se cuida, los resultados vienen solos.
Un buen jefe es despierto y creativo. Su mente nunca descansa, siempre está ideando nuevos proyectos y buscando la fórmula para desarrollarlos. Sabe reconocer el talento, gestionar de la mejor manera los recursos a su alcance y es consciente de que no se puede ser el mejor en todos los campos, por eso se rodea de profesionales que destacan por sus habilidades.
Un jefe comprometido trabaja por crear un buen ambiente para sus trabajadores. Sabe que el espacio de trabajo repercute en el estado emocional y la productividad de los trabajadores, por lo que busca un ambiente bien iluminado y ventilado, con material adecuado para trabajar de forma correcta y áreas de descanso acogedoras para mejorar la productividad y el bienestar de los empleados.
Un buen jefe es consciente de que innovar es la manera de que la empresa evolucione y logre destacarse en el mercado. No tiene miedo a los cambios drásticos y no le importa equivocarse en la búsqueda de lo mejor para la empresa. El fracaso en un intento significa encontrar una forma de no hacer las cosas.
Un buen jefe se acerca a su equipo, se interesa por sus vidas y comprende que pasen por malos momentos o situaciones complicadas. No se trata de ser amigo de todos los trabajadores, pero sí de ser cercano y empático.
Un buen jefe guarda tiempo para escuchar a la gente de su empresa. Sabe que, aunque le corresponde tomar las decisiones, las mejoras en cualquier equipo de trabajo empiezan por escucharse mutuamente.
No basta con escuchar solamente las cuestiones propiamente empresariales. También hay que conocer las cuestiones personales que les afectan y que ayudan a la consecución de los objetivos.
Un buen jefe aprende a mantenerse motivado y a transmitir esa imagen al resto de la estructura. Motivado no significa estar continuamente sonriente y feliz, significa estar concentrado en hacer que las cosas ocurran.
La formación continua es fundamental para cualquier trabajador pero aun más en el caso de los responsables. Un buen jefe está continuamente formándose, aprendiendo y desarrollando nuevas habilidades que le ayuden a explotar todo su potencial y las de su equipo.